lunes, 19 de septiembre de 2011

Actitudes plasmadas en el cosatarricense, según los ensayos ¡A mí qué me importa! e ¡Idiay!

POR LA PALABRA, DOÑA CARMEN


Dimitri Fernández Prada
Estudiante de Literatura y Lingüística
Universidad Nacional, Costa Rica



Resulta  de  gran  frecuencia  escuchar  en  boca  de  muchos,  verdades  de perogrullo  como  las siguientes: Carmen Naranjo es palabra, Carmen Naranjo es imagen. Cuando  digo verdades de perogrullo lo hago simplemente porque una  escritora  de  la  talla  de  doña  Carmen  no  puede  ser  menos  de  lo  que  su
creación  refleja.  Esta  cartaginesa  ha  puesto  las  mejores  galas  a  la  literatura costarricense  y  a  las  profesiones  filológica  y  literaria  con  sus  relatos;  y precisamente  la    única  herramienta  con  la  cual  ha  contado,  como  su  más asidua compañera, es la palabra. Herramienta que, si se quiere pensar, es la
única que  por su propia importancia cae. Pero, el tratamiento que hace de ella la escritora de marras, viene a transgredir el típico modelo de signo lingüístico.
Hablar  de  la  palabra  en  doña  Carmen  es  ir  más  allá  de  una  noción  de significante y significado, es por lo tanto, un compromiso leal con la sociedad costarricense,  es  la  suposición  de  un  crecimiento  crítico  -  intelectual  para quienes conformamos aquella, pero es ante todo un espacio de reflexión con
una meta finamente colegida : tocar lo más profundo del ser costarricense.

“A  mí  que  me  importa”,  es  el  título  del  tercero  de  los  cinco  ensayos  que componen  el  escrito  Cinco  temas  en  busca  de  un  pensador,    cuya  primera edición data del año 1977, a cargo de la Editorial Costa Rica.

Si  nos  tomáramos  el  tiempo  para  reflexionar  sobre  los  prolegómenos anteriormente dichos, caeríamos, ineludiblemente, en la razón que para esta escritora una lectura social le permite plasmar en las páginas de sus textos algunas frases hechas como la que le da título a este ensayo.

Es tan fuerte el poder creador de la palabra, que el mismo Dios se vio en la necesidad de utilizarla. Al respecto comentó García Márquez que antes de la palabra los objetos se veían supeditados a la función deíctica; de tal modo fue como todo en el mundo que hoy conocemos se formó. Con  este  poder  especial  de  la  palabra,  la  sociedad  no  tardaría  en  ir evolucionado,   los   habitantes   antiguos   pudieron   llegar   al   punto   de   la organización económica y política.

Personalmente me atrevo a interpretar este ensayo como el planteamiento de una  dicotomía  en  la  sociedad  de  nuestro  país.  Tal  dicotomía  se  refiere,  en primer plano, a los ticos, aquellos en los cuales una enfermedad dermatológica puede  llamarse  sarna  o  puede  llamarse  alergia  (el  nombre  es  asignado  de acuerdo  con  la  escala  pecuniaria),  aquellos  que  buscan  el  pan  de  cada  día
sobre la base del “chorizo”, aquel ser astuto que logra sacar partida de cuanto se  le  presenta,  aquel  que  cuando  encuentra  algo  de  valor    frente  a  su humanidad se convierte  en un ser endeble que bien podríamos comparar con un niño de corta edad que es enviado por su madre a repartir caramelos a los
otros niños del vecindario; en fin, al corrupto y a aquel en cuya boca la palabra no es más que un medio para destruir, aquel ser que en su boca la frase “ a mí que  me  importa  es  reflejo  de  miedo  a  la  crítica,  miedo  al  conocimiento  de  sí mismo,  si  lo  quisiéramos  ver  al  modo  de  Yolanda  Oreamuno,  diríamos
entonces que esta frase es la ruta de su evasión.

El  otro  componente  de  esta  dicotomía,  es  el  costarricense.  Aquel  ser  que lleva  en  su  mente  el  trabajo  como  único  medio  de  subsistencia,  el  trabajo basado  en  la  honestidad,  aquel  que  ha  sido  formado  de  acuerdo  con  una escala de valores que ni el mismo sistema social es capaz de quebrantar.

Este sujeto pareciera estar en vías de extinción, ya que cada día son más las personas que recurren a la frase “a mí que me importa”.

Al respecto de esta frase nos dice Carmen Naranjo “ la oración es tan negativa como insincera en la generalidad de su uso, pues quiere decir que al sujeto no le importa, le tiene sin cuidado el juicio vertido sobre él”.

Un conjunto de palabras que se unan en una frase como la que nos ocupa, o bien como las siguientes:
“Es que ese maestro no sabe nada, siempre te baja puntos sin razón”
“Viste, aquel se compró un carro, quien sabe de donde sacó la plata.”

En  esta  dimensión  es  cuando  la  palabra  se  constituye  como  un  elemento destructor, un elemento sin importancia alguna.

Pero   es   todo   lo   contrario,   creación,   cuando   sirve   como   instrumento dialéctico, cuando es agente de beneficio para todos, como en las siguientes frases :
 “Ayudemos al vecino que se le quemó la casa”
“Pensemos de qué manera compartimos la comida con los que menos tienen”

Este trabajo pretende mostrar una línea de lectura alternativa; mostrar que la literatura,  como  rama  ancilar  de  la  historia,  tiene  por  obligación  estar  al servicio del crecimiento de la sociedad.

Es por esto que  concluiré diciendo solamente que la palabra está siempre allí,  donde  menos  la  esperamos, camina con nosotros como sombra, pero del buen uso que le demos dependerán nuestras generaciones futuras, ergo, el desarrollo que este país pueda alcanzar.

Así es, por la palabra Doña Carmen.

Análisis Literario de “Idiay”
Autora:  Carmen Naranjo.                                         Género literario:  Ensayo.
Registros del habla: La autora utiliza el español culto, sin embargo, recoge expresiones populares, del habla cotidiana como “Idiay”, por ejemplo, y que se caracterizan por ser utilizadas por personas de todos los extractos sociales.
Código apreciativo:  Carmen Naranjo propone que los problemas de comunicación entre los costarricenses reflejan rasgos culturales como el conformismo y la individualidad.
Para Carmen Naranjo la expresión “Idiay” tiene más significados:
  1. Terminar una conversación.  El costarricense utiliza esta típica expresión ara acelerar la historia que escucha y llegar al final.  ¿y qué pasó?
  2. Puede significar curiosidad o estímulo para continuar la historia ¿    qué sigue?
  3. Expresa una actitud de desafío que contradice el mito de “pacifista” de costarricense, ¿qué le pasa conmigo?¿por qué me molesta?
  4. Indica desafío y disculpa “perdone usted”.
  5. Es un llamado de atención cuando violentan nuestros derechos.
  6. Exige reconocimiento.  Búsqueda de  la admiración “¿y yo qué?”
  7. Es una llamada de atención hacia sí mismo.
  8. Expresa resignación “¿qué iba a hacer yo?”
 “Idiay” precisa peculiaridades de la personalidad del costarricense, tales como:  curiosidad, impaciencia, interés por conocer detalles, irresponsabilidad y conformismo.
Contexto sociocultural:  El ensayo analiza cinco frases cotidianas de una forma de ser, pensar y decir.  La constante repetición manifiesta un discurso pobre, carente de ideas que permiten analizar características de los costarricenses en general.  Por ejemplo.
      “Ahí vamos” manifiesta el conformismo.
   “Qué le vamos a  hacer” para indicar el conformismo del pueblo costarricense.
      “A mí que me importa” Expresa el individualismo, la falta de sensibilidad.
      “De por si” se emplea para expresar lástima.
 
 
 
 En esta canción se puede apreciar el sentir del costarricense por los problemas de la sociedad. Se denota el sentido de la indiferencia y la ignorancia ante tantas necesidades del prójimo.

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