Dimitri Fernández Prada
Estudiante de Literatura y Lingüística
Universidad Nacional, Costa Rica
Resulta de gran frecuencia escuchar en boca de muchos, verdades de perogrullo como las siguientes: Carmen Naranjo es palabra, Carmen Naranjo es imagen. Cuando digo verdades de perogrullo lo hago simplemente porque una escritora de la talla de doña Carmen no puede ser menos de lo que su
creación refleja. Esta cartaginesa ha puesto las mejores galas a la literatura costarricense y a las profesiones filológica y literaria con sus relatos; y precisamente la única herramienta con la cual ha contado, como su más asidua compañera, es la palabra. Herramienta que, si se quiere pensar, es la
única que por su propia importancia cae. Pero, el tratamiento que hace de ella la escritora de marras, viene a transgredir el típico modelo de signo lingüístico.
Hablar de la palabra en doña Carmen es ir más allá de una noción de significante y significado, es por lo tanto, un compromiso leal con la sociedad costarricense, es la suposición de un crecimiento crítico - intelectual para quienes conformamos aquella, pero es ante todo un espacio de reflexión con
una meta finamente colegida : tocar lo más profundo del ser costarricense.
“A mí que me importa”, es el título del tercero de los cinco ensayos que componen el escrito Cinco temas en busca de un pensador, cuya primera edición data del año 1977, a cargo de la Editorial Costa Rica.
Si nos tomáramos el tiempo para reflexionar sobre los prolegómenos anteriormente dichos, caeríamos, ineludiblemente, en la razón que para esta escritora una lectura social le permite plasmar en las páginas de sus textos algunas frases hechas como la que le da título a este ensayo.
Es tan fuerte el poder creador de la palabra, que el mismo Dios se vio en la necesidad de utilizarla. Al respecto comentó García Márquez que antes de la palabra los objetos se veían supeditados a la función deíctica; de tal modo fue como todo en el mundo que hoy conocemos se formó. Con este poder especial de la palabra, la sociedad no tardaría en ir evolucionado, los habitantes antiguos pudieron llegar al punto de la organización económica y política.
Personalmente me atrevo a interpretar este ensayo como el planteamiento de una dicotomía en la sociedad de nuestro país. Tal dicotomía se refiere, en primer plano, a los ticos, aquellos en los cuales una enfermedad dermatológica puede llamarse sarna o puede llamarse alergia (el nombre es asignado de acuerdo con la escala pecuniaria), aquellos que buscan el pan de cada día
sobre la base del “chorizo”, aquel ser astuto que logra sacar partida de cuanto se le presenta, aquel que cuando encuentra algo de valor frente a su humanidad se convierte en un ser endeble que bien podríamos comparar con un niño de corta edad que es enviado por su madre a repartir caramelos a los
otros niños del vecindario; en fin, al corrupto y a aquel en cuya boca la palabra no es más que un medio para destruir, aquel ser que en su boca la frase “ a mí que me importa es reflejo de miedo a la crítica, miedo al conocimiento de sí mismo, si lo quisiéramos ver al modo de Yolanda Oreamuno, diríamos
entonces que esta frase es la ruta de su evasión.
El otro componente de esta dicotomía, es el costarricense. Aquel ser que lleva en su mente el trabajo como único medio de subsistencia, el trabajo basado en la honestidad, aquel que ha sido formado de acuerdo con una escala de valores que ni el mismo sistema social es capaz de quebrantar.
Este sujeto pareciera estar en vías de extinción, ya que cada día son más las personas que recurren a la frase “a mí que me importa”.
Al respecto de esta frase nos dice Carmen Naranjo “ la oración es tan negativa como insincera en la generalidad de su uso, pues quiere decir que al sujeto no le importa, le tiene sin cuidado el juicio vertido sobre él”.
Un conjunto de palabras que se unan en una frase como la que nos ocupa, o bien como las siguientes:
“Es que ese maestro no sabe nada, siempre te baja puntos sin razón”
“Viste, aquel se compró un carro, quien sabe de donde sacó la plata.”
En esta dimensión es cuando la palabra se constituye como un elemento destructor, un elemento sin importancia alguna.
Pero es todo lo contrario, creación, cuando sirve como instrumento dialéctico, cuando es agente de beneficio para todos, como en las siguientes frases :
“Ayudemos al vecino que se le quemó la casa”
“Pensemos de qué manera compartimos la comida con los que menos tienen”
Este trabajo pretende mostrar una línea de lectura alternativa; mostrar que la literatura, como rama ancilar de la historia, tiene por obligación estar al servicio del crecimiento de la sociedad.
Es por esto que concluiré diciendo solamente que la palabra está siempre allí, donde menos la esperamos, camina con nosotros como sombra, pero del buen uso que le demos dependerán nuestras generaciones futuras, ergo, el desarrollo que este país pueda alcanzar.
Así es, por la palabra Doña Carmen.
Análisis Literario de “Idiay”
creación refleja. Esta cartaginesa ha puesto las mejores galas a la literatura costarricense y a las profesiones filológica y literaria con sus relatos; y precisamente la única herramienta con la cual ha contado, como su más asidua compañera, es la palabra. Herramienta que, si se quiere pensar, es la
única que por su propia importancia cae. Pero, el tratamiento que hace de ella la escritora de marras, viene a transgredir el típico modelo de signo lingüístico.
Hablar de la palabra en doña Carmen es ir más allá de una noción de significante y significado, es por lo tanto, un compromiso leal con la sociedad costarricense, es la suposición de un crecimiento crítico - intelectual para quienes conformamos aquella, pero es ante todo un espacio de reflexión con
una meta finamente colegida : tocar lo más profundo del ser costarricense.
“A mí que me importa”, es el título del tercero de los cinco ensayos que componen el escrito Cinco temas en busca de un pensador, cuya primera edición data del año 1977, a cargo de la Editorial Costa Rica.
Si nos tomáramos el tiempo para reflexionar sobre los prolegómenos anteriormente dichos, caeríamos, ineludiblemente, en la razón que para esta escritora una lectura social le permite plasmar en las páginas de sus textos algunas frases hechas como la que le da título a este ensayo.
Es tan fuerte el poder creador de la palabra, que el mismo Dios se vio en la necesidad de utilizarla. Al respecto comentó García Márquez que antes de la palabra los objetos se veían supeditados a la función deíctica; de tal modo fue como todo en el mundo que hoy conocemos se formó. Con este poder especial de la palabra, la sociedad no tardaría en ir evolucionado, los habitantes antiguos pudieron llegar al punto de la organización económica y política.
Personalmente me atrevo a interpretar este ensayo como el planteamiento de una dicotomía en la sociedad de nuestro país. Tal dicotomía se refiere, en primer plano, a los ticos, aquellos en los cuales una enfermedad dermatológica puede llamarse sarna o puede llamarse alergia (el nombre es asignado de acuerdo con la escala pecuniaria), aquellos que buscan el pan de cada día
sobre la base del “chorizo”, aquel ser astuto que logra sacar partida de cuanto se le presenta, aquel que cuando encuentra algo de valor frente a su humanidad se convierte en un ser endeble que bien podríamos comparar con un niño de corta edad que es enviado por su madre a repartir caramelos a los
otros niños del vecindario; en fin, al corrupto y a aquel en cuya boca la palabra no es más que un medio para destruir, aquel ser que en su boca la frase “ a mí que me importa es reflejo de miedo a la crítica, miedo al conocimiento de sí mismo, si lo quisiéramos ver al modo de Yolanda Oreamuno, diríamos
entonces que esta frase es la ruta de su evasión.
El otro componente de esta dicotomía, es el costarricense. Aquel ser que lleva en su mente el trabajo como único medio de subsistencia, el trabajo basado en la honestidad, aquel que ha sido formado de acuerdo con una escala de valores que ni el mismo sistema social es capaz de quebrantar.
Este sujeto pareciera estar en vías de extinción, ya que cada día son más las personas que recurren a la frase “a mí que me importa”.
Al respecto de esta frase nos dice Carmen Naranjo “ la oración es tan negativa como insincera en la generalidad de su uso, pues quiere decir que al sujeto no le importa, le tiene sin cuidado el juicio vertido sobre él”.
Un conjunto de palabras que se unan en una frase como la que nos ocupa, o bien como las siguientes:
“Es que ese maestro no sabe nada, siempre te baja puntos sin razón”
“Viste, aquel se compró un carro, quien sabe de donde sacó la plata.”
En esta dimensión es cuando la palabra se constituye como un elemento destructor, un elemento sin importancia alguna.
Pero es todo lo contrario, creación, cuando sirve como instrumento dialéctico, cuando es agente de beneficio para todos, como en las siguientes frases :
“Ayudemos al vecino que se le quemó la casa”
“Pensemos de qué manera compartimos la comida con los que menos tienen”
Este trabajo pretende mostrar una línea de lectura alternativa; mostrar que la literatura, como rama ancilar de la historia, tiene por obligación estar al servicio del crecimiento de la sociedad.
Es por esto que concluiré diciendo solamente que la palabra está siempre allí, donde menos la esperamos, camina con nosotros como sombra, pero del buen uso que le demos dependerán nuestras generaciones futuras, ergo, el desarrollo que este país pueda alcanzar.
Así es, por la palabra Doña Carmen.
Análisis Literario de “Idiay”
Autora: Carmen Naranjo. Género literario: Ensayo.
Registros del habla: La autora utiliza el español culto, sin embargo, recoge expresiones populares, del habla cotidiana como “Idiay”, por ejemplo, y que se caracterizan por ser utilizadas por personas de todos los extractos sociales.
Código apreciativo: Carmen Naranjo propone que los problemas de comunicación entre los costarricenses reflejan rasgos culturales como el conformismo y la individualidad.
Para Carmen Naranjo la expresión “Idiay” tiene más significados:
- Terminar una conversación. El costarricense utiliza esta típica expresión ara acelerar la historia que escucha y llegar al final. ¿y qué pasó?
- Puede significar curiosidad o estímulo para continuar la historia ¿ qué sigue?
- Expresa una actitud de desafío que contradice el mito de “pacifista” de costarricense, ¿qué le pasa conmigo?¿por qué me molesta?
- Indica desafío y disculpa “perdone usted”.
- Es un llamado de atención cuando violentan nuestros derechos.
- Exige reconocimiento. Búsqueda de la admiración “¿y yo qué?”
- Es una llamada de atención hacia sí mismo.
- Expresa resignación “¿qué iba a hacer yo?”
“Idiay” precisa peculiaridades de la personalidad del costarricense, tales como: curiosidad, impaciencia, interés por conocer detalles, irresponsabilidad y conformismo.
Contexto sociocultural: El ensayo analiza cinco frases cotidianas de una forma de ser, pensar y decir. La constante repetición manifiesta un discurso pobre, carente de ideas que permiten analizar características de los costarricenses en general. Por ejemplo.
“Ahí vamos” manifiesta el conformismo.
“Qué le vamos a hacer” para indicar el conformismo del pueblo costarricense.
“A mí que me importa” Expresa el individualismo, la falta de sensibilidad.
“De por si” se emplea para expresar lástima.
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